Desarrollo y las necesarias alternativas, pero ¿qué quiere decir alternativa?
Proliferan todo tipo de alternativas, pero más allá de los títulos, a veces radicales, en sus contenidos hay similitudes. Muchas quedan enmarcadas en las ideas básicas del desarrollo como crecimiento o progreso. Las alternativas que necesitamos están más allá del desarrollo.
Encaminados a cumplir un año bajo la amenaza de la pandemia por coronavirus, las alternativas siguen siendo necesarias. Requerimos pensar e imaginar opciones de cambio no solamente por las crisis entrelazadas que desató la pandemia, sino porque éstas a su vez se superponen y están asociadas a otras condiciones críticas que se arrastraban desde antes.
En el 2020 presenciamos una avalancha de propuestas alternativas de todo tipo. Considerando el campo del desarrollo en su muy amplio sentido, en varios países fueron visibles las reacciones al capitalismo financiarizado, a la obsesión con el crecimiento económico, y a la destrucción de la Naturaleza. Se tomó conciencia que esos estilos de desarrollo repetían los problemas estructurales, desde la inequidad al estancamiento, y sobre ello se sumaban resistencias políticas que ponían en riesgo la estabilidad de los Estados. La llegada a los primeros planos de personas como Donald Trump, terminaron asustando a muchos defensores del capitalismo.
Alternativas dentro y fuera del capitalismo
Ante esas situaciones, muchas opciones que se presentan como alternativas en realidad proponen otras variedades de capitalismo. Incluso un periódico conservador como el Financial Times, claramente alineado con el empresariado transnacional, en 2019 sostenía en primera plana que era tiempo de resetear al capitalismo. Meses más tarde, ante la pandemia, reclamaba abandonar la ortodoxia neoliberal para abrirle las puertas a un Estado activo ante la pandemia.
Ese tipo de posiciones en realidad expresa disputas de unas variedades de capitalismo contra otras. Muchas de ellas son las más visibles en la prensa y la academia, y entre los participantes más conocidos están Joseph Stiglitz o Paul Krugman. Estos economistas son durísimos críticos de los reduccionismos de mercado, cuestionan a instituciones como el FMI, y pretenden regular los flujos de capital, entre otras ideas. Pero ninguno de ellos rompe con las ideas del desarrollo capitalista. Cómo el capitalismo aplicado en muchos sitios era tan extremo y reaccionario, escuchar ese tipo de voces es una bocanada de aire fresco, y en ese sentido son alternativos. Pero su alternativa es reformar el capitalismo.
Existe otro conjunto de alternativas que están más allá del capitalismo en cualquiera de sus expresiones. Muchas de ellas repiten posiciones y consignas conocidas; un ejemplo ilustrativo son los aportes de David Harvey, quien tienen muchas repercusiones en América Latina. Son más detalladas y agudas en las críticas al capitalismo, pero otra vez son difusas al ofrecer alternativas. Muchas de ellas postulan opciones tales como reducir la preponderancia de la financiarización (valores de cambio) para fortalecer el valor de uso, lo que es muy válido aunque insuficiente.
En efecto, ante los dramas que se viven en América Latina son necesarios más detalles en describir las fronteras conceptuales que deben cruzarse, como en las políticas públicas, los instrumentos y los planes de acción que hagan posible los cambios.
A medida que los contenidos son más difusos, no se precisan adecuadamente sus bases conceptuales, o se mezclan instrumentos de distinta naturaleza, las alternativas pierden agudeza y especificidad. Entonces, hay alternativas que buscan un “protosocialismo”, como Atilio Borón desde Argentina, defendiendo un impuesto a los más ricos, mientras ese mismo instrumento es reclamado por parte de la elite de millonarios que acepta reformar el capitalismo. Están los que citan al comunismo de Slavoj Žižek pero sin detenerse a desmenuzar qué implica que su visión sea apenas darle más poder a la Organización Mundial de la Salud o a los gobiernos como si todo esto fuera una operación militar.
Entretanto, las propuestas de reseteo del capitalismo que se discutieron en el Foro Económico de Davos tienen componentes que también están presentes en varias de las alternativas que se dicen más allá del capitalismo, tales como desmontar los subsidios al petróleo, reformas tributarias, avanzar en la equidad o apoyar el bien común en salud. Lo mismo ocurre con algunas de las publicitadas plataformas de crecimiento verde (green economy) o de nuevos pactos verdes (green new deals), que más allá de contenidos necesarios, como la reconversión energética, siguen requiriendo del crecimiento económico, y terminan en un neo-keynesianismo que no logra romper del todo con el desarrollismo (1).
Se genera así un entrevero entre intenciones para estar dentro o fuera del capitalismo que se cruza con distintos contenidos, pero que se mantienen dentro del desarrollo. Se discute su organización, su dinámica, su estructura, pero no las bases conceptuales y sensibles que sostienen el imaginario del desarrollo, del progreso o del crecimiento. Esta situación varias veces pasa desapercibida, como si bastara emplear la palabra “alternativa” para justificar todo tipo de titulares y contenidos.
Qué quiera decir alternativa
Ante esto es necesario un momento de pausa para precisar los significados del concepto de alternativa. A pesar de esos usos tan repetidos no siempre es evidente que se tenga en claro qué significa. Esa pa¬labra, en castellano, refiere a la acción, posibilidad o derecho de una persona o un colectivo, para escoger, ejecutar o disfrutar de otra opción. Alude a alternar por lo menos entre dos opciones, y ese es el significado más conocido. Pero el término además implica la posibilidad de escoger. Es una palabra con un contenido doble, no sólo en proponer una condición posible distinta que permita instalar una disyuntiva, sino también en construir las capacidades y condiciones para que sea posible elegir un cambio.
Teniendo presente ese significado, es posible precisar que estamos ante distintos conjuntos de alternativas donde unos contienen a otros. El primero puede ser descrito como alternativas entre distintas variedades de capitalismo. Le sigue un segundo conjunto que incluye a ese primero pero además agrupa a las opciones no-capitalistas, como pueden ser los distintos programas socialistas. En ese marco, las alternativas podrían dividirse, por ejemplo, entre capitalistas o no-capitalistas. Pero ambas comparten los atributos básicos del desarrollo. Ante esta situación, inmediatamente es necesario describir un tercer conjunto que expresa las alternativas a cualquier variedad de desarrollo, sea capitalista o no-capitalista.
El desarrollo tolera y acepta las disputas, por ejemplo entre capitalismos y socialismos, pero imaginar una condición ajena al desarrollo le resulta inconcebible, inaceptable. De ese modo se viola aquel otro componente clave en las alternativas: se anulan las capacidades para que las personas puedan elegir.
Alternativas más allá del desarrollo
La distinción entre esos distintos tipos de alternativas no siempre se las reconoce, y eso desemboca, por ejemplo, en los entreveros de los contenidos en aquellas circunscriptas al campo del desarrollo y en las dificultades en aceptar aquellas que desean ir más allá del desarrollo. El norte global, por ejemplo en Europa o Norteamérica, padece esas dificultades ya que allí prevalecieron ideas y aplicaciones prácticas convencionales del capitalismo, especialmente conservadores o liberales. Bajo esas coyunturas, las alternativas estaban casi siempre en reformar el capitalismo hacia alguna variedad más benévola, tales como las socialdemócratas, o en imaginar una opción no capitalista, frecuentemente bajo inspiración socialista.
Pero la situación es muy distinta en América Latina, dados los ensayos y debates bajo un espectro ideológico muchísimo más amplio. Las experiencias de los progresismos sudamericanos deben ser tenidas en cuenta, y a su vez, no hubo nada parecido a un Hugo Chávez ni a un Evo Morales en Europa o Norteamérica. Del mismo modo, la condición multicultural, la experiencia de la colonialidad y la historia reciente, hace que el marco de las alternativas sea mucho más amplio. Tampoco puede olvidarse que en estas tierras existieron múltiples empujes por romper con el corsé de la modernidad occidental que explica la adhesión al desarrollo, especialmente desde algunos aportes de los saberes indígenas.
Ante la actual pandemia son precisamente esas alternativas al desarrollo las que se necesitan. No es posible retornar a una supuesta anterior normalidad, ya que no tenía nada de normal sino que desde esa condición se generaron las crisis actuales así como las incapacidades presentes para manejar de mejor manera la pandemia. También conocemos que en nuestro continente se han aplicado todo tipo de ensayos en distintas variedades de desarrollo, y los problemas persisten. Incluso si se quisiera intentar un nuevo experimento de reparación del desarrollo, ya no hay tiempo, dado el vertiginoso avance de la debacle ecológica.
Es por todas estas razones que, al cerrarse el año 2020, queda en evidencia que se necesita más rigurosidad en esgrimir la idea de alternativas, precisar sus propósitos y contenidos, y asegurar que se puedan elegir opciones que están más allá del desarrollo.
Notas
1. Una revisión de esas y otras alternativas en desarrollo comentadas en este artículo, se repasan en el libro “Tan cerca y tan lejos de las alternativas al desarrollo”, que se puede descargar en: http://economiasur.com/2020/10/alternativas-al-desarrollo-en-tiempos-de-pandemia/
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Una primera versión de este artículo se publicó en Rebelión, y fue reproducida en otros sitios. El autor es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), Montevideo; su twitter: @EGudynas